jueves, 5 de julio de 2012

"Burla a la dama de la guadaña" 1º parte.

Hola queridos lectores, aquí os traigo, como os prometí ayer, la primera parte de uno de mis relatos favoritos. Os lo voy a comentar un poco...La idea surgió de una mezcla extraña: una noticia del telediario en el que recogían a un cadáver en una camilla (es la única parte que recuerdo) y el poema que me leí por casualidad en esa época, "El cuervo". Empecé a leerlo con una buena impresión, porque una cosa tan importante y valorada tiene que resultar del agrado de mucha gente y no solo de los entendidos en el tema, pero me decepcionó mucho. Bueno, no me pudo decepcionar porque no entendí nada. Pillé alguna parte, pero todo lo demás me pareció un amasijo de palabras más enrevesadas por los recursos literarios y me formé en la cabeza una historia muy rara de lo que pasaba. Solo reconozco que las ilustraciones eran muy buenas, al estilo de grabados. Para enterarme de qué iba el tema tuve que recurrir a Internet, y cuando vi en la Wikipedia todo el contenido del poema explicado y la forma de componerlo, entonces sí que pude apreciarlo bien. No me gustó nada. Pero respeto el mérito que seguro se merece (digo yo, pero eso de que, prácticamente, te mueras de pena porque un cuervo te a ocupado la casa y empiece a hablar...).
De eso salió el siguiente relato, escrito en 3 partes en que se diferencian:1º)Descripción, 2º)Narración, 3º)Diálogo. Fue una práctica que me impuse para el concurso de relato corto de la Coca-Cola, que luego me salió fatal....Veréis como la narración al principio os hace comeros los renglones porque no entendéis nada, para luego pasar a mi humor negro y acabar con la guinda del pastel....es todo vuestro lectores, aquí tenéis la primera parte. Disfrutadla.
...Magdalenas saludosas a todos. By Carmen:D...

Burla a la dama de la guadaña.

La última vez que vi a Arturo fue la funesta noche de un 20 de abril. Estaba tumbado a mi derecha, cubierto con una manta de envés dorado que le tapaba la cabeza. Yo le miraba fijamente, miraba fijamente sus ojos grises, paralizados para siempre. El destino había querido que lo último que vieran aquellas sagaces pupilas fuera una maravillosa luna en cuarto menguante combinada con todo tipo de refulgentes estrellas. ¡Ay, cómo le gustaba mirar al cielo nocturno en las noches de verano! 

Yo tampoco estaba en una situación mejor. A unos pasos de él y tumbado en otra camilla, sentía perfectamente como me costaba respirar y un punzante dolor me recorría el cuerpo.
Miré a mí alrededor. Puerta, Arturo y botiquín de primeros auxilios, y de nuevo puerta, Arturo y botiquín. La estancia era muy pequeña; nadie podría vivir en un sitio tan diminuto y mucho menos con dos camas plegables en medio de la habitación.
Al fijarme en aquel lugar comencé a ver equis de color rojo escarlata por todas partes. Temí haber perdido la cabeza a causa del dolor que me impedía pensar con claridad, hasta que cambié de posición y el imperio de misteriosas equis sangrientas se tornó en cruces. Con eso no resolvía nada. La pared, el botiquín, la manta con la que estaba tapado, todo estaba lleno de cruces rojas. Curiosamente, la manta de envés dorado de Arturo no tenía ninguna  cruz roja, como si le excluyeran  de aquella hermandad privada que tenía por insignia el color de la vida, como si ya no valiera la pena preocuparse más por él, como si ya estuviera perdido para siempre.
Me hubiera gustado tanto hablar con Arturo y preguntarle que había pasado y qué hacíamos allí. Él siempre había sido el más despierto e inteligente de los dos…Recordé nuestra infancia juntos…el colegio, luego el instituto y hasta los ratos libres que aprovechábamos para vernos, cuando él estudiaba Física en la universidad y yo…bueno, yo intentaba publicar algo. Sin ningún éxito, caí en la más terrible desesperación. Si no hubiera sido por Arturo yo ya estaría enterrado, después de morir electrocutado en la ducha. Era un plan demasiado perfecto como para que fuese realidad. Desde ese momento, Arturo se convirtió en un elemento tan importante como el oxígeno en mi vida.

Una parte de mí se rebeló y me dijo: << ¿Y cuando Arturo no esté? ¿Qué quedará de ti cuando él muera?>>
Me reí. Que cosas tenía mi subconsciente. Incorporándome en la cama plegable, me dirigí a Arturo:
- ¿Oyes Arturo? ¡Cuando te mueras! ¡Es graciosísimo! Creo que me pasé con la bebida, no se como se me pueden ocurrir estas cosas. Pero creo que si tú llegaras a morir ahora, yo moriría también.

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