jueves, 29 de diciembre de 2011

Genuinamente hablando

Hola a todos! Bueno, es la...¿última entrada del año? Tal vez. Pero eso no tiene nada que ver. Me dispongo entonces a publicar un relato que NO SIGUE UNA ESTRICTA LINEA CON LA REALIDAD. Me explico. La mayoria de los hechos (el lugar, los personjes..) son tan reales como la vida misma pero los hechos tienen parte de ficción desarollada por mi imaginación.  Habiendo dicho esto creo que os dejaré disfrutar del relato que surgió en unas circunstancias realmente sorprendentes, pero eso es otra historia...
             
                                        Genuinamente hablando
Sería imposible saber cuanta gente había allí. Parecían miles pero probablemente fueran menos. Y aún quedaban mesas libres. Desde mi privilegiado sitio junto a la ventana podía ver a mi tío pidiendo a gritos al camarero más patatas fritas. Mi abuelo escuchaba a mi abuela con gesto distante, y mi primo hacía bolitas con las migas de pan. Y también oía a mi prima pequeña manifestarme cuan delicioso le estaba resultando el azúcar de sobre del café,  que se estaba tomando junto con el filete de lomo.
Al fondo de la mesa de los 21 comensales que éramos, veía a mi tía reirse a carcajada limpia con lo que le estaba contando el tío de mi madre. El marido de mi tía (se comprende: mi tío) se frotaba los ojos mostrando los primeros síntomas de la extraña e inesperada enfermedad que le acontecía, después de las inocentes e inofensivas comilonas. Mi tío-abuelo, con la cara enrojecida y las gafas de culo de botella resbalándosele por su nariz, alzaba el brazo en gesto imponente y serio. ¿Cuál sería el motivo? Sin duda las batallitas que contaba de la post-guerra. Es un conocido hobbie en la familia.
Recuerdo una tarde en su casa. Mi madre, muy interesada en la historia familiar, trajo una grabadora y les pidió a mi tío-abuelo y a mi abuelo (que eran y son hermanos, se comprende) que hablasen. Así de simple. La pobre grabadora consumío 3 horas de su batería de grabadora comprada en un chino. Y no digamos como quedaron mis articulaciones...¡destrozadas después de 3 horas sin moverse!
En las otras mesas la gente cantaba típicas canciones asturianas marcando el compás con las manos y golpeando con los cuchillos en los vasos. Aparecío mi tía-abuela (una de las 7 que tengo, se comprende) diciendo que dejáramos en el papel de sugerencías que el año que viene queríamos baile después de la comida. Mi prima empezó a aburrirse, así que la entretuve haciendo figuritas de papel con las hojas del menú. Esta vez oí la voz, mejor dicho, el grito muy cerca de mí. Era mi padre.
- ¿¡Acaso piensas seguir comiendo?!
Sí. Pensaba acabarme aquel filete de lomo y el picadillo y luego el helado de postre. Y es que si una no puede ser genuinamente una en una comida en la que todos son genuinamente todos, esto es el Acabose.
                                                                                                                        
Bueno, espero que os haya gustado. Siento mucho la extensión del relato, si quereís criticarmelo, dejad un comentario por favor. Literariamente, Carmen.

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